Los 33 mineros que sobrevivieron un encierro a 700 metros bajo tierra en el desierto chileno de Atacama pasaron en un año de héroes a villanos, de hablar con el presidente estadounidense Barack Obama a pelear con sus vecinos.
"Me da mucha pena, han pasado muchas cosas. La gente ignorante se pone a opinar sin informarse", alegó el minero Mario Sepúlveda, ante las críticas que generó que ellos demandaran al Estado por daños, luego que fueran invertidos 20 millones de dólares en salvarlos.
Sus palabras, en la antesala del aniversario del derrumbe en la mina San José el 5 de agosto, evidencian el quiebre de estos trabajadores con la opinión pública, además de roces entre ellos.
Al menos, siete mineros siguen con tratamiento sicológico con 35 o más sesiones de terapia, en medio de viajes, vacaciones y entrevistas, reveló el gerente de la Asociación Chilena de Seguridad de La Serena, Alejandro Pino. "Sufren principalmente trastornos del sueño", agregó.
¿Pero qué hizo que estos hombres, que sobrevivieron "un infierno" en sus propias palabras dejaran de ser valorados como héroes por la opinión pública?
Quizá la respuesta está en la advertencia del sicólogo olímpico que los apoyó cuando estaban atrapados, Alberto Iturra. "Ellos son ejemplo de sobrevivencia, no de virtudes", alertó durante el rescate.
De hecho, lo obrado por estos hombres fue increíble, incluso para las autoridades que los daban por muertos, antes de hallarlos desaseados, hambreados y sobre todo impensadamente organizados en turnos de trabajo.
Esa faceta de la historia conmovió desde el papa Benedicto XVI, que envió rosarios, hasta el presidente de Bolivia, Evo Morales que vino a ver cómo era rescatado un compatriota suyo atrapado en el mineral, el obrero Carlos Mamani.
Enfrentados a la muerte, tras unas peleas iniciales en la oscuridad absoluta, optaron por el orden en medio del drama en que estaban, con temperaturas de 35 grados celsius y con agua destilando de las rocas.
Fue distribuido el espacio, asignadas las tareas de cada uno y mantenida la disciplina como grupo, aunque respetando las obsesiones de cada uno.
Edison Peña corrió cada día de encierro diez kilómetros bajo tierra, Víctor Segovia escribió en papeles arrugados los detalles de la historia y Omar Reygada dirigió los rezos diarios.
"Nos los abandonaremos", les prometió el presidente Piñera, una vez rescatados, cuando eran supervisados en el hospital de Copiapó, junto a sus familias, a las que no abrazaron por 70 días.
La fiesta fue total. Invitaciones del Real Madrid al estadio Santiago Bernabeu, vacaciones pagadas en Grecia, viajes a la Casa Blanca y baños desnudos en la playa. Mujeres y matrimonios también.
Todos los sueños posibles llegaron. Ellos pensaron en comercializar su historia, en rentar juntos de los derechos de imagen, en películas hollywoodenses sobre su hazaña.
Pero con el tiempo, arribó la vida diaria. También las diferencias con los demás trabajadores del mineral que trabajaban en idénticas condiciones, pero no fueron tocados por la fama.
El quiebre total llegó sólo días atrás cuando interpusieron una demanda por 17 millones de dólares contra el Estado, desatando la furia de internautas y de contragolpe la desazón de los mineros.
"Yo no elegí viajar, yo no tengo el dinero para viajar", alegó el minero Edison Peña, justificando la presentación judicial.
"¿Y si nos hubiéramos quedado allá abajo? ¿Y si hubiera estado solamente una crucecita grande con puras fotos de nosotros? ¿Eso hubiera sido mejor?", insistió.
"Me da mucha pena, han pasado muchas cosas. La gente ignorante se pone a opinar sin informarse", alegó el minero Mario Sepúlveda, ante las críticas que generó que ellos demandaran al Estado por daños, luego que fueran invertidos 20 millones de dólares en salvarlos.
Sus palabras, en la antesala del aniversario del derrumbe en la mina San José el 5 de agosto, evidencian el quiebre de estos trabajadores con la opinión pública, además de roces entre ellos.
Al menos, siete mineros siguen con tratamiento sicológico con 35 o más sesiones de terapia, en medio de viajes, vacaciones y entrevistas, reveló el gerente de la Asociación Chilena de Seguridad de La Serena, Alejandro Pino. "Sufren principalmente trastornos del sueño", agregó.
¿Pero qué hizo que estos hombres, que sobrevivieron "un infierno" en sus propias palabras dejaran de ser valorados como héroes por la opinión pública?
Quizá la respuesta está en la advertencia del sicólogo olímpico que los apoyó cuando estaban atrapados, Alberto Iturra. "Ellos son ejemplo de sobrevivencia, no de virtudes", alertó durante el rescate.
De hecho, lo obrado por estos hombres fue increíble, incluso para las autoridades que los daban por muertos, antes de hallarlos desaseados, hambreados y sobre todo impensadamente organizados en turnos de trabajo.
Esa faceta de la historia conmovió desde el papa Benedicto XVI, que envió rosarios, hasta el presidente de Bolivia, Evo Morales que vino a ver cómo era rescatado un compatriota suyo atrapado en el mineral, el obrero Carlos Mamani.
Enfrentados a la muerte, tras unas peleas iniciales en la oscuridad absoluta, optaron por el orden en medio del drama en que estaban, con temperaturas de 35 grados celsius y con agua destilando de las rocas.
Fue distribuido el espacio, asignadas las tareas de cada uno y mantenida la disciplina como grupo, aunque respetando las obsesiones de cada uno.
Edison Peña corrió cada día de encierro diez kilómetros bajo tierra, Víctor Segovia escribió en papeles arrugados los detalles de la historia y Omar Reygada dirigió los rezos diarios.
"Nos los abandonaremos", les prometió el presidente Piñera, una vez rescatados, cuando eran supervisados en el hospital de Copiapó, junto a sus familias, a las que no abrazaron por 70 días.
La fiesta fue total. Invitaciones del Real Madrid al estadio Santiago Bernabeu, vacaciones pagadas en Grecia, viajes a la Casa Blanca y baños desnudos en la playa. Mujeres y matrimonios también.
Todos los sueños posibles llegaron. Ellos pensaron en comercializar su historia, en rentar juntos de los derechos de imagen, en películas hollywoodenses sobre su hazaña.
Pero con el tiempo, arribó la vida diaria. También las diferencias con los demás trabajadores del mineral que trabajaban en idénticas condiciones, pero no fueron tocados por la fama.
El quiebre total llegó sólo días atrás cuando interpusieron una demanda por 17 millones de dólares contra el Estado, desatando la furia de internautas y de contragolpe la desazón de los mineros.
"Yo no elegí viajar, yo no tengo el dinero para viajar", alegó el minero Edison Peña, justificando la presentación judicial.
"¿Y si nos hubiéramos quedado allá abajo? ¿Y si hubiera estado solamente una crucecita grande con puras fotos de nosotros? ¿Eso hubiera sido mejor?", insistió.