Para transitar la 50 hay que cruzar por una estancia y abrir tranqueras
Acorta el camino a Junín desde la 237, pero permanece en abandono absoluto
SAÑICÓ (enviado especial).- A este paraje oxidado se llega luego de andar por una ruta perdida, espiralada y zigzagueante, con balcones que regalan una fascinante sensación de libertad.
Sobreviven en este retazo precordillerano una centenaria e histórica estafeta postal increíblemente en pie, la casa de adobes del "tira hilos" del telégrafo, la escuelita de nueve alumnos y el enorme casco de la estancia Pil Pil. La estafeta -que mantiene pisos de pinotea, salamandras y escudos originales- es la primera que el Estado nacional construyó en la provincia, cuando Neuquén era territorio nacional, y Sañicó tenía perspectivas excepcionales como derivador del tránsito cordillerano. El edificio de correo aguanta sólo por los cuidados de Rogelio Manqueo y de su familia, quienes viven allí sin luz ni agua pero con toda la fe.



Como sucede a veces, desviarse del camino puede ser un placer. Es que el establecimiento que hace más de un siglo levantó Luis Zingoni exhibe construcciones de piedras grises, rojas y amarillas, una enorme barraca (donde se llegaron a esquilar 20.000 ovejas), un almacén de ramos generales, dos casas rústicas y un chalet. Muchas historias sobreviven fantasmales en el viejo casco donde es común que paseen avezados cazadores de ciervos casi siempre extranjeros.
La estancia y la estafeta son el mejor testimonio de que no existe interés en conseguir que el siglo XXI al fin se instale en Sañicó. Por caso, es llamativo que el Facebook de la estancia tenga más de 1.400 amigos, que estalle en fotos (y en sangre) y que en la mayoría de los mapas la Ruta 50 no exista y tampoco Sañicó. Aquí, en la "aguada del zorrino" (eso significa Sañicó) en un tris el absurdo se hace fantástico. Y viceversa.
Surgen algunas preguntas.

Se intuyen respuestas.
Junto a carteles de tránsito del siglo pasado, la inal lonco (una suerte de vicejefa) de la comunidad Ancatruz, Lidia Coliluan, afirma que los estancieros no quieren saber nada con que haya tránsito por allí, porque no lo necesitan pues la mayoría se mueve en camionetas de doble tracción.
Lidia y el lonco Carlos Ancatruz dicen que ahora están decididos a reclamar que se libere el camino que los acercaría a Junín, donde estudian o trabajan muchos de los chicos de su agrupación. En total son 78 personas, que viven aquí y en Zaina Yegua, del otro lado de la Ruta 237.
Adolfo Zingoni, el dueño de la estancia, dice que los Ancatruz están "demasiado politizados" y que reclaman cosas que no son "cuando acá le damos trabajo a mucha gente de la comunidad" y descarta que la existencia del coto de caza sea el motivo de las tranqueras. Lo son, agrega, las vacas Hereford que sobrevivieron al drama de las cenizas.
Saliendo ya del segundo tramo de la ruta perdida, entre coirones, zampas y mallines, hay un cartel definitivo de Vialidad provincial. "Ruta 50, intransitable", dice. Está perforado a balazos.
Textos: Rodolfo chávez fotos: leonardo petricio