Neuquén > El frío castiga a los más vulnerables,
aquellos que pese al esfuerzo diario apenas logran calentarse al final
del día con algunas ramas de álamos recogidas por algún lugar.
Carlina Acosta tiene 49 años, es madre de siete hijos y abuela de cinco
nietos. Sólo los tres hijos más pequeños viven con ella en una casa
construida con cartones, chapas y unos pliegues de nylon en Colonia
Nueva Esperanza, en inmediaciones del basurero municipal.
Los mayores hicieron su vida, algunos imitando una construcción similar en el fondo del terreno, otros en barrios alejados.
Carlina se apaña sola en La Meseta para sacar a sus hijos adelante, ahí donde el frío cala los huesos y el viento se presenta inclemente. “En un carro tirado por el caballo mi hijo mayor de 24 años que vive atrás acompaña a mi otra hija de 16 a buscar leña en los alrededores. Es que no podemos comprar leña y tratamos de abastecernos como podemos. Apenas nos alcanza para comprar una garrafa por mes para cocinar”, dice Carlina con su voz suave. Sus hijos pequeños juegan alrededor, con sus caras ajadas por el viento helado, abrigados con un simple buzo cuando el termómetro registra unos 4 grados centígrados bajo cero. Cuenta que hace siete años partió de Centenario junto a su familia y se instaló en La Meseta buscando un lugar propio donde sus hijos puedan crecer. “La nena más chica se me enfermó con bronquiolitis y estuvo muy mal. Recién hace dos meses se recuperó. Como recibía un sueldo de 600 pesos por tratamiento especial me bajaron de los planes de Asignación por Hijo. Pero hace dos meses que no me pagan en Desarrollo Social”, explicó. Dice que no concurre a retirar comida de la vecinal porque no le hace bien a la pequeña quien requiere de una dieta especial en vitaminas. Carlina tiene el rostro abatido por la desesperanza y la necesidad. Una estructura de chapa hace las veces de chiquero donde alberga a tres cerdas y sus crías para poder venderlas al matadero municipal. “Es muy duro y las necesidades son muchas. Necesitaría ayuda pero tampoco sé bien a quién recurrir”, afirmó.
Carlina se apaña sola en La Meseta para sacar a sus hijos adelante, ahí donde el frío cala los huesos y el viento se presenta inclemente. “En un carro tirado por el caballo mi hijo mayor de 24 años que vive atrás acompaña a mi otra hija de 16 a buscar leña en los alrededores. Es que no podemos comprar leña y tratamos de abastecernos como podemos. Apenas nos alcanza para comprar una garrafa por mes para cocinar”, dice Carlina con su voz suave. Sus hijos pequeños juegan alrededor, con sus caras ajadas por el viento helado, abrigados con un simple buzo cuando el termómetro registra unos 4 grados centígrados bajo cero. Cuenta que hace siete años partió de Centenario junto a su familia y se instaló en La Meseta buscando un lugar propio donde sus hijos puedan crecer. “La nena más chica se me enfermó con bronquiolitis y estuvo muy mal. Recién hace dos meses se recuperó. Como recibía un sueldo de 600 pesos por tratamiento especial me bajaron de los planes de Asignación por Hijo. Pero hace dos meses que no me pagan en Desarrollo Social”, explicó. Dice que no concurre a retirar comida de la vecinal porque no le hace bien a la pequeña quien requiere de una dieta especial en vitaminas. Carlina tiene el rostro abatido por la desesperanza y la necesidad. Una estructura de chapa hace las veces de chiquero donde alberga a tres cerdas y sus crías para poder venderlas al matadero municipal. “Es muy duro y las necesidades son muchas. Necesitaría ayuda pero tampoco sé bien a quién recurrir”, afirmó.