Los chicos de los primeros grados ya sufren el acoso escolar. Expertos advierten que los maestros no están capacitados para tratarlo. Faltan estadísticas oficiales y una ley que aborde el fenómeno.
En Mendoza, una nena de 13 años fue golpeada por sus compañeros por ser gorda. Un nene se suicidó en Temperley porque, según su abuelo, no soportó que se burlaran de él en la escuela. Otro chico, de ocho años, se niega a ir al colegio: si no lo cargan por pobre lo hacen por “traga”. A un adolescente lo indemnizaron en marzo porque tuvieron que extirparle un testículo: hace siete años, cuando asistía a un colegio privado de la Ciudad, sus compañeros se cansaron de pegarle patadas.
Estos casos se dieron en lo que va del año. No es casual: el bullying no da tregua en las aulas argentinas. Ahora advierten que el acoso escolar aparece en la escuela primaria y en los primeros grados, a partir de los ocho años, y los maestros dicen que les faltan herramientas para hacerle frente.
Hace rato que se habla de hostigamiento entre estudiantes. Sin embargo, no hay estadísticas oficiales que armen un escenario sobre el acoso escolar. Tampoco existe una ley que brinde un marco institucional integral a la cuestión de la violencia escolar. Ni se han desarrollado programas interdisciplinarios capaces de abordar la complejidad del fenómeno, que no es para nada nuevo. Sí hay diez proyectos de ley en el Congreso, que conservan el estado parlamentario pero aún no se han discutido. Los únicos datos confiables surgen de un monitoreo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y UNICEF, publicado en 2011 –la investigación fue hecha en 2009 sobre datos recogidos en 2006–. Pero además de vieja, deja afuera a los alumnos de primaria y sólo abarca el área metropolitana. Es imperioso, coinciden los especialistas, tener un registro de los casos.
Clarín quiso entrevistar a quienes integran el Observatorio de Violencia Escolar, que depende del Ministerio de Educación de la Nación, pero a pesar de la insistencia no atendieron el pedido.
Los que sufren el bullying –en sus distintas versiones: insultos, golpes, cargadas, aislamiento o de manera virtual– son cada vez más chicos. “Era un fenómeno de la escuela media, pero ahora ya lo estamos observando en la primaria. Está estimulado por la accesibilidad a la tecnología. Por eso también ha prosperado el ciberbullying”, apunta Fernando Osorio, psicoanalista y presidente del II Congreso Internacional sobre Conflictos y Violencia en las Escuelas realizado en junio.
Roxana Morduchowicz, especialista en cultura juvenil, aclara que “las agresiones entre chicos existieron siempre”. Pero advierte que “hoy hayriesgos adicionales . Primero, una llegada mayor: Internet amplificó la audi encia, que ya no se limita al aula. Segundo, el anonimato, porque el acoso digital no se realiza cara a cara. Tercero, que no desaparece: la agresión se almacena y puede sobrevivir por años. Y, finalmente, el ciberbullying se expande más rápido y más fácil”, enumera.
“Antes reconocíamos características comunes de los chicos maltratados. Eran tímidos, estudiosos, con inhibiciones para el deporte o juegos. Hoy le puede pasar a cualquiera. Nadie está exento del acoso en una sociedad donde las instituciones destinadas a proteger a los niños, como la familia y la escuela, se han debilitado”, reflexiona Sara Zusman, médica psicoanalista, especialista en niños, adolescentes y familias, y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Y sigue: “En algunas ocasiones, cuando con mucho esfuerzo el hostigado puede contarles a sus maestros lo que está ocurriendo, es acusado de fabulador. Y pasa a ser victimario”.
¿Los docentes están capacitados para hacerles frente a las situaciones de acoso escolar? Responde Marina Kelly, de la ONG Bullying Cero: “No reciben en su formación básica herramientas para detectar situaciones de bullying o las que se dan antes del acoso escolar. Tampoco están formados para intervenir. Entonces cada uno decide el tipo de intervención que implementará”. La especialista dice que detectan situaciones puntuales de burlas o violencia física, pero se los trata como hechos aislados y no como una posible parte de un problema mayor. Osorio suma: “Hay una gran disputa acerca de quién es responsable de esta capacitación. Entonces, en muchos casos, cómo manejar el maltrato queda librado a la buena voluntad del docente o a su interés. Le corresponde al Estado brindar una capacitación permanente sobre las problemáticas socioafectivas del aula y no sólo sobre cuestiones pedagógicas”.
“Frente a una situación de bullying hablamos con los chicos y con sus padres. Pero no hay protocolos ni recuerdo que el tema se haya tocado mientras hice el Profesorado. Por supuesto debe haber una capacitación específica con dispositivos concretos y que generen en la escuela espacios de participación de toda la comunidad educativa: estudiantes, docentes y padres”, propone Valeria Faivisovich, maestra de 6° y 7° grado de la escuela N° 4 de Monte Castro.