Ayer se reforzó la seguridad del hospital donde está internada. Sus hijos fueron a verla.
Susana Freydoz ya había tenido roces con ellos. En los casi 11 meses que permaneció internada en este hospital público de Cipolletti, se enojó porque entraban a su habitación de noche, de repente y sin avisar. Ellos, los dos policías encargados de custodiarla, no encontraban otras formas de hacerlo: eran los encargados de evitar que la viuda del ex gobernador de Río Negro cumpliera con su promesa de matarse y de que algún fanático de Carlos Soria quisiera vengarse. Pero el martes, cuando se supo que la mujer había sido condenada a 18 años de prisión, algo de eso comenzó a cambiar. Como la Justicia entiende que Susana Freydoz tiene “los medios económicos suficientes”, que fue condenada a una “pena elevada”, que “no tiene trabajo” y que “los lazos familiares que podrían retenerla están quebrados”, a esos policías ahora les espera una nueva tarea: controlar que no se fugue .
El pedido de “ampliar la custodia policial” para evitar que “eluda la acción de la Justicia” quedó plasmado en el fallo judicial. Y el martes, después de soportar durante casi seis horas los detalles de la sentencia por haber matado a su marido, Freydoz volvió vigilada a la habitación número 9 del hospital Pedro Moguillansky. Esta vez, ya no como paciente sino como la única detenida del hospital. “ Durmió mucho , como siempre, por la medicación que toma. Después,vinieron a verla los hijos ”, contó una autoridad. “Es cierto. Cada vez que la trasladábamos a una audiencia, al día siguiente dormía hasta las 4 o 5 de la tarde”, contó su abogado, Alberto Riccheri. La frase habla de una mujer que durante todo el juicio se había mostrado como una roca pero a la que el martes, mientras le leían su destino, se le veían los latidos del cuello.
Ahora –y mientras la Justicia no ordene moverla– la misma mujer que hace unos meses se escondía detrás de los árboles para espiar a su marido, teje en una habitación de 3x3 metros y escucha música en una radio portátil . Tiene televisor –que funciona sólo cuando se le ponen fichas–, pero no la dejan ver noticieros.
Desde ahora, no podrá tener el celular con el que el martes le mandó un mensaje a su abogado –decía que estaba asustada y que, si iba a presenciar la sentencia, la iban a detener–. Tampoco podrá salir sin autorización judicial a hacerse kinesiología ni al dentista, como durante estos meses. Ayer mismo, la directora del hospital y el jefe de la policía local iban a reunirse para decidir, por ejemplo, si ahora el hospital necesitará rejas .
Sucede que Río Negro fue la primera provincia en tener ley de “desmanicomialización”, por eso Susana Freydoz no está en un manicomio sino en el sector de Clínica Médica de un hospital público abierto a cualquier paciente. Esa es la razón por la que, al principio, cuando un juez dio la orden de internación, las autoridades se quejaron: se negaban a mantener bloqueda una habitación con dos camas de un hospital general sólo para ella.
Pero en ese mismo lugar, Freydoz encontró contención . Laura, la acompañante terapéutica rubia y grandota que estuvo pegada a ella durante las audiencias, la cuida. El 8 de marzo, para el Día de la mujer, ella y otras enfermeras le compraron un ramito de flores y se lo regalaron. Esa amistad es una de las grandes ironías de esta historia: una mujer rodeada de supuestas amigas íntimas, pero que ahora sólo se siente en confianza y protegida con su mucama y con enfermeras desconocidas .