Un poco de humor gráfico para describir lo que tal vez es la escena más interesante y reveladora de la política neuquina de los últimos años: la increíble flexibilidad de un radicalismo que ha protagonizado los extremos de adhesión extrapartidaria, hasta llegar a una situación de virtual quiebre interno.
El, Martín, tiene ancestros políticos siempre vinculados a lo popular y nacional. Empezó, dicen, por el peronismo. Se metió luego en los vericuetos concordantes del Partido Intransigente. Avanzó, luego, hacia el radicalismo, donde actualmente se destaca como candidato a gobernador, encabezando un seleccionado de partidos políticos que incluyen a su primer amor, el PJ. Mientras, conduce una gestión como intendente en la que ha logrado mantener socios políticos difíciles, y en paz a un gremio combativo y arisco.
El, Horacio, siempre fue –asegura- un entusiasta radical, desde sus tiempos más mozos. Empezó a revelarse como dirigente de peso desde el Concejo Deliberante capitalino. Hizo intentos por ser intendente, varios, hasta que lo logró de la mano de una alianza variopinta que sintetizó la fórmula efímera de De la Rúa y Chacho Alvarez, al filo del último año del siglo pasado. Fue después entusiasta kirchnerista, funcionario de cancillería del gobierno de Kirchner, luego cobista acentuado, renunciado, postulante a diputado y diputado por una UCR ya nuevamente opositora. Se destaca ahora como virtual candidato a repetir la intendencia, por primera vez, quizá, sin su partido, al que sigue perteneciendo.
Los dos bailan el malambo más interesante de la política neuquina: el de un virtual quiebre del radicalismo, que en algún momento de este año quizá se blanquee, por primera vez, como tal.
El, Martín, tiene ancestros políticos siempre vinculados a lo popular y nacional. Empezó, dicen, por el peronismo. Se metió luego en los vericuetos concordantes del Partido Intransigente. Avanzó, luego, hacia el radicalismo, donde actualmente se destaca como candidato a gobernador, encabezando un seleccionado de partidos políticos que incluyen a su primer amor, el PJ. Mientras, conduce una gestión como intendente en la que ha logrado mantener socios políticos difíciles, y en paz a un gremio combativo y arisco.
El, Horacio, siempre fue –asegura- un entusiasta radical, desde sus tiempos más mozos. Empezó a revelarse como dirigente de peso desde el Concejo Deliberante capitalino. Hizo intentos por ser intendente, varios, hasta que lo logró de la mano de una alianza variopinta que sintetizó la fórmula efímera de De la Rúa y Chacho Alvarez, al filo del último año del siglo pasado. Fue después entusiasta kirchnerista, funcionario de cancillería del gobierno de Kirchner, luego cobista acentuado, renunciado, postulante a diputado y diputado por una UCR ya nuevamente opositora. Se destaca ahora como virtual candidato a repetir la intendencia, por primera vez, quizá, sin su partido, al que sigue perteneciendo.
Los dos bailan el malambo más interesante de la política neuquina: el de un virtual quiebre del radicalismo, que en algún momento de este año quizá se blanquee, por primera vez, como tal.