NEUQUÉN
Quedó claro una vez más que el MPN, después de 50 años en el gobierno, sigue definiendo la agenda política.
Pechen reclama una explicación de Pereyra ante lo que considera que fue una campaña "sucia y mentirosa".
héctor mauriño vasco@rionegro.com.ar
Las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias dejaron en Neuquén mucha tela para cortar. La primera reflexión es que pocos se privaron de incidir en la interna del partido gobernante. Sobre el total de los sufragios válidos emitidos, alrededor de un 60% –más de uno de cada dos votantes– fue de afiliados al MPN o de gente de afuera de ese partido que aprovechó la oportunidad para elegir el adversario dentro de la fuerza más poderosa.
Así quedó claro una vez más que el MPN, después de 50 años en el gobierno, sigue definiendo la agenda política de la provincia. Es algo incontrastable. También lo es que, a pesar de los habituales discursos inflamados, hubo referentes de la oposición que más que prepararse para disputar el poder al oficialismo lo hicieron para repartirse lo que quedara del banquete. Para ellos las PASO fueron una forma de ponerse la servilleta.
Otros dirigentes, en cambio, eligieron como estrategia operar, por acción u omisión, sobre la interna del partido gobernante como forma de quedar mejor posicionados de cara a las elecciones de octubre. Tal parece ser el caso del quiroguismo, que de entrada había advertido que la "elección en serio" es la próxima, y de la alianza de Libres del Sur con el radicalismo no quiroguista, que pareció pensar otro tanto. Para esas fuerzas la campaña empezó el 12 de agosto, no antes.
El Frente para la Victoria, por su parte, no hizo todo lo que debía en su propia campaña, tal vez porque daba por descontado que el aliado sapagista haría el papel principal. Se equivocó al evaluar la magnitud del voto anti-K en la provincia y ahora su situación es delicada de cara a las elecciones generales, porque no sólo perdió dos bancas aliadas en el Senado sino que ve peligrar la restante.
En el sapagismo también fallaron en prever los efectos de la campaña político-mediática nacional contra el gobierno de Cristina y en avizorar el acierto de la estrategia pereyrista basada, precisamente, en dejarlo pegado al kirchnerismo. Ahora pagan las consecuencias.
Ligado a esto mismo, otra de las lecturas inevitables del resultado de las internas abiertas es que dejaron una herida expuesta en el seno del MPN, herida que parece estar llamada a tener consecuencias en octubre, cuando los de afuera ya no tengan ningún interés en la interna del partido gobernante y sólo se preocupen por los propios resultados.
La vicegobernadora y candidata perdedora en la interna emepenista, Ana Pechen, lo acaba de plantear claramente al señalar que su sector está dispuesto a votar por los candidatos de su partido, pero que antes reclama una explicación por parte de Pereyra sobre lo que considera que fue una campaña "sucia y mentirosa".
No sólo a Pereyra, Pechen tiene facturas para pasar a casi todos los protagonistas de la interna de su partido. Por ejemplo, no entiende por qué el presidente del partido, Jorge Sobisch, no hizo nada para frenar la virulencia cuando ella se lo reclamó desde un comienzo. Tampoco entiende, además, por qué algunos "azules" no hicieron todo lo que debían durante la campaña para darle el triunfo en la compulsa.
Después de un contacto fugaz con Pereyra en el que las sonrisas apenas disimularon la tensión, Pechen mandó a la lista de espera una entrevista a solas con su antiguo adversario requerida con urgencia por un "Cacho" Gutiérrez devenido operador del petrolero.
"Hoy tengo la agenda completa y realmente uno espera que estas cosas se produzcan con la prudencia del caso. No se puede presentar en la casa de otro y pretender ser recibido (enseguida)", afirmó Pechen.
De paso, la vice deslizó que detrás de todo lo ocurrido en la interna "hay intereses del petróleo claramente marcados". Y tras preguntarse quién financió la campaña se respondió: "En los carteles decía 'sindicato de petroleros'. Más identificación que ésa, ninguna".
Dio pie así a la interpretación de que la animosidad del gremialista hacia el acuerdo con Chevron también podría tener ese origen. Y no fue la única en sembrar este tipo de dudas; el diputado del FpV Luis Sagaseta fue más allá al ligar los cuestionamientos al acuerdo Chevron-YPF de algunos candidatos a los intereses de la antigua dueña de la petrolera argentina. "¿Será que Repsol aporta para alguna campaña política?", indagó.
El candidato a senador de esa fuerza, Marcelo Fuentes, le puso una nota de ironía al asunto al deslizar que "un petrolero que cuestiona un acuerdo como el de Chevron (que se supone que multiplicaría los puestos de trabajo y los afiliados a su sindicato) es tanto como que el capitán de un ballenero noruego se haga de Greenpeace".
Volviendo a Pereyra, lo que sí pudo concretar esta semana es una reunión con el gobernador. No se sabe exactamente lo que allí se conversó, pero lo que informó cada una de las partes a posteriori es elocuente respecto de lo que necesita cada uno. La gente de Sapag dijo que se habló de la "gobernabilidad" y los voceros de Pereyra dijeron que el tema central fue el apoyo al candidato del partido en las elecciones venideras.
¿Estará dispuesto Pereyra a resguardar la gobernabilidad a un Sapag al que aspira a reemplazar en el 2015? ¿Querrá el gobernador tenderle una mano en las elecciones legislativas de octubre al "Caballo" que lo pateó sin piedad en la interna?
No es la primera vez que este dilema amoroso se plantea en el seno del MPN. Sin perjuicio de que el culebrón bien podría terminar en un abrazo fraterno, no parece, después de lo que ha pasado, que los protagonistas se puedan querer demasiado.
Tal vez estén obligados a soportarse mutuamente para evitar un mal mayor. O quizá tengan decidido en su fuero íntimo que en el mundo sólo hay lugar para uno de los dos. Como en todo, pesarán también las circunstancias. Por lo pronto Pereyra jugó –y ganó–, ahora parece tocarle a Sapag.