Breve Reseña

Esta emisora de radio nace por una necesidad de comunicación que tenía la zona de Piedra del Aguila y sus alrededores.
Por aquellos tiempos un soñador llamado Oscar Isaac Lillo emitía por primera vez un 13 de octubre de 1986, la radio experimental Piedra del Aguila en amplitud modulada.
El objetivo siempre fue servir a las instituciones, destacar los parajes, sus pobladores (que por diversos motivos aun continuan aislados en zonas rurales), el mensaje comunitario, el llamado urgente etc., son frases que se destacan en la actualidad.
Los pobladores de estos lugares siempre están espectantes de la información y diversos acontecimientos que se producen en la localidad, en el País y el exterior debido a la cambiente realidad actual.
Hoy el medio de comunicacion va actualizandose tecnologicamente de acuerdo a las innovaciones que se producen en el campo de la radiodifusión.

Doña Rosa Cañicul

DIA DE LUTO Marri marri ichrocom che (buen día a todos) se informa a amigos /as y comunidades Mapuche, que el día de hoy ha fallecido en Junin de los Andes, pillan cushe, doña Rosa Cañicul maxima autoridad religiosa y cultural de nuestro pueblo Puelche, Huilliche, el día de hoy sera despedida en Junin de los Andes, mañana en costa de Malleo comunidad Painefilu y finalmente sera trasladada a su comunidad de origen lago Huechulafquen comunidad RaquitueCañicul, fenchren mañum (muchas gracias).

Rosa Cañicul, hija del Volcán Lanín

Es la sacerdotisa de la comunidad Painé filú en la Costa del Malleo, un paraje situado 25 kilómetros al norte de Junín de los Andes; sabe descifrar el mensaje de las estrellas y puede leer la corteza de un árbol; una nueva historia al costado del camino.
Su cara está atravesada por la geografía. Por ella discurren arroyos ancestrales y perdidas sendas de bosques. Su rostro es un valle inundado por el sol de miles de años sobre el cual descansan nieves eternas. Su sonrisa es un lanzazo blanco y sus ojos dos boleadoras certeras. De aquel paisaje brotan recuerdos, como una primavera de la vida.
En Neuquén todo es mapuche: Dios, la montaña, el árbol y su fruto, el sol, la luna, el cielo, el lago, la piedra, el silencio, el viento, la tierra, su raíz y hasta los pájaros. Doña Rosa Cañicul también lo es. Sus tres hijos ya volaron y ahora vive con algunos nietos en la comunidad Painé filú, al suroeste de la provincia neuquina, en la Costa del Malleo, un paraje situado 25 kilómetros al norte de Junín de los Andes.
Nació un poco más lejos, en Paimún, a los pies del imponente Volcán Lanín, dentro del Parque Nacional que lleva ese nombre. "Por esos lados andaba a piecito nomás, a orilla del volcán con mi abuelo Felipe Payalafquen", recuerda doña Rosa. Esos sitios son ahora visitados asiduamente por aficionados a la pesca con mosca.
Los cables de electricidad que llegan hasta su casa silban vibrando, como si fueran las cuerdas de una guitarra interminable. Es el rasgueo del viento. Más allá, unas ovejas en fila van en busca del reparo de un bajo, con la cabeza gacha. El silencio cubre el campo.
Doña Rosa es la Pillén Cuyen o sacerdotisa del lugar y es la encargada del "Nguillatún", término mapuche que designa a la rogativa, una mezcla de música, lamento, súplica y oración
Rosa sabe descifrar el mensaje de las estrellas y puede leer la corteza de un árbol. "Tengo ochenta y largos", dice sin poder asegurar su edad, y por esos años asegura que ya le "duele la vista".
Carraspea, se lleva el puño a la boca y sigue su alocución con voz temblorosa: "En el campo hacía de todo; cortaba madera, construía corrales, reunía los yeguarizos, sembraba trigo, tiraba los bueyes, acarreaba tarros de agua, trabajaba cocinando en una estancia cercana y hasta fui balsera; la gente cuando llegaba al otro lado del río gritaba para avisar y yo, con un alambre, la tiraba desde este lado".
Un ruego ancestral. Doña Rosa es la Pillén Cuyen o sacerdotisa del lugar y es la encargada del "Nguillatún". Este término mapuche designa a la rogativa que es una mezcla de música, lamento, súplica y oración. Los mapuches ruegan antes de levantar piñones, antes de recoger las manzanas y, como si el volcán Lanín fuera una catedral sagrada, también lo hacen para acercarse a él. "Al entrar en la montaña rezo para que vaya bien", explica doña Rosa, y agrega: "Por eso hago la rogativa, si uno vive rezando a dios no podrá atropellar el wecufe". Este es un ser maléfico del que provienen enfermedades y desgracias.
Durante el rito el "cultrún" marca el ritmo; se trata de un tambor hecho de madera y cuero de potro que Rosa golpea con su mano huesuda mientras con la otra sostiene la manija.
"En otros tiempos sabía curar con yuyos", comenta. "Recuerdo que de vez en cuando se allegaba algún hombre medio ladeado, retorcido de dolor, con la mano en la panza y yo lo curaba con grasa sola, al rato andaba como nuevo. Supe también componer quebraduras, y hasta fui partera".
"Recuerdo que de vez en cuando se allegaba algún hombre medio ladeado, retorcido de dolor, con la mano en la panza y yo lo curaba con grasa sola. Al rato andaba como nuevo"
La confianza perdida. Sobre ella se evidencia una latente desconfianza hacia "el huinca", como llama a los cristianos no mapuches. Fruto del despojo cultural y material que padecieron durante generaciones, en sus palabras se marca cierto recelo. "Antes no era como ahora, estaba el campo suelto", explica haciendo referencia al alambrado que con el tiempo fue cercando a los paisanos. "Antes había leguas de campo para trabajar y ahora apenas tenemos una casita, poco se acuerdan de nosotros".
En la cordillerana localidad de Junín hay un Vía Christi, es decir, una representación del camino de Cristo hacia la cruz. En las imágenes se busca simbolizar aquellos abusos que sucedieron en América con los nativos. Tres personajes históricos tallados la representan: Pizarro, que se figura remachando los clavos en la muñeca de Jesús; el General Roca, que va despojando a Jesús de su poncho mapuche; y un Cristo indio, sin barba.
En otra de las estaciones está Cristo representando el lavatorio de los pies a sus discípulos. Pero en este caso a quien le lava los pies es a la imagen esculpida de la mismísima Rosa Cañicul. Junto a la talla hay un sobrerrelieve de monseñor Jaime de Nevares, un obispo que vivió siempre comprometido con los más débiles, abocado a las necesidades de las comunidades originarias, y que en su tiempo se negaba a subir a los palcos en los actos públicos porque los políticos faltaban a los acuerdos con los trabajadores. De Nevares iba recorriendo de borceguíes los pueblos perdidos del interior neuquino, predicando la Palabra sin palabras, sólo con gestos.
Doña Rosa es el eco de la voz de aquella gente, eco que rebota en las paredes de piedra de la inmensa montaña y sale galopando por la región neuquina, como buscando esa tierra que, aunque no lo reconozcan, sigue siendo mapuche hasta la médula.