El sumo pontífice recibió información sobre el paciente que hace 19 años se encuentra en estado vegetativo y cuyas hermanas piden que lo dejen morir.
Por MARIO CIPPITELLI
Neuquén > El Papa Francisco ya tiene en sus manos información relacionada con Marcelo Diez, el hombre que hace 19 años se encuentra en estado vegetativo y por el cual se generó una fuerte polémica en Neuquén en torno a la posibilidad de que lo dejen morir, tal como reclaman sus familiares directos.
Al menos dos neuquinos que viajaron al Vaticano y lograron un contacto con el sumo pontífice le entregaron en manos una carpeta con documentación con el “Caso Diez” para que se ponga al tanto y haga una pronunciación al respecto.
Los fieles que vieron a Francisco mantienen la postura de que Diez no debe morir ya que no se encuentra conectado a ningún mecanismo artificial más que una sonda que le colocan diariamente para alimentarlo. Sostienen que el hombre tiene todos los cuidados que necesita en la sede de Luncec, donde se encuentra internado, y que su muerte sería lisa y llanamente un crimen.
“Aprovechamos la suerte que tuvimos de ver al Papa un par de minutos y le entregamos el material para que lo lea”, dijo un hombre que pidió no ser identificado. “El protagonista es Marcelo, no nosotros”, justificó su anonimato.
Hace no más de dos meses también había circulado el rumor de que otros neuquinos que habían tenido el privilegio de ver a Francisco le habían expresado su preocupación por el caso y le habían dejado material para que el Papa lo estudiara. Entre ese material figuraba la carta pública que dio a conocer el obispo de Neuquén, Virginio Bressanelli, este mismo año, en la que sostenía que Marcelo estaba vivo y rechazaba la posibilidad de muerte digna o eutanasia.
Se supo que el obispo de Neuquén también se entrevistó con Francisco hace menos de un mes, aunque no trascendió si junto a la máxima autoridad de la Iglesia trató el polémico caso que ahora se encuentra en la Corte Suprema de Justicia para su resolución.
Debate
El “Caso Diez”, como se lo conoce, trascendió las fronteras de Neuquén y fue motivo de debate en medios de comunicación de todo el país, redes sociales y foros relacionados con la Justicia o con la medicina.
Desde que el ex contador sufrió el terrible accidente en octubre de 1994, cuando tenía 30 años, su familia hizo todo lo que estaba a su alcance para que se recuperara. Sin embargo, no fueron las heridas del choque que protagonizó en la moto que viajaba ese día contra un auto las que lo dejaron en estado vegetativo, sino un virus intrahospitalario que lo sumió en un sueño profundo del que nunca despertó.
Marcelo fue atendido por especialistas de todos lados, pero el diagnóstico siempre fue el mismo: no había posibilidades de recuperación.
La muerte de sus padres en los últimos años aceleró el proceso de la polémica. Sus hermanas Andrea y Adriana sostienen que, tal como lo indican los médicos, Marcelo no tiene ninguna posibilidad de recuperación, que es un cuerpo que tiene signos vitales, pero nada más. No hay actividad cerebral y su cuadro es irreversible; por lo tanto, quieren “dejarlo ir”, que se muera. Y se amparan en la Ley de Derechos del Paciente, recientemente aprobada en la Argentina.
De todas maneras, los máximos defensores de Marcelo son quienes lo cuidan en la actualidad. En la sede de Luncec, médicos, enfermeras y directivos de la organización sostienen que no hay motivos para que al ex contador lo dejen morir. Aseguran que duerme y se despierta, se mueve y hasta manifiesta estados de ánimo a través de reflejos cotidianos que sorprenden a quien nunca lo vio y piensa que se trata de una persona que sólo está dormida.
También otras organizaciones sociales, grupos religiosos y el propio obispo de Neuquén están a favor de dejarlo vivir y afirman que si se aplicara la denominada “muerte digna” sería un crimen.
Lo cierto es que el Papa tiene el caso en sus manos. Si bien su eventual opinión no será determinante, seguramente servirá para reavivar el debate y la discusión sobre un tema triste y complejo que lo resolverá la Justicia o el propio destino.