Las matronas no entendían lo que estaba pasando. Acababan de ayudar a una chica
Bebés recién nacidos en un hospital. (AFP | waltraud grubitzsch)
británica de 16 años a dar a luz a su primer hijo pero en cuanto terminó el alumbramiento, la madre que les dio problemas no fue la adolescente primípara, sino la abuela del bebé. Arremetiendo en la escena de una forma que luego describieron como "forzosa y falta de tacto", intentó impedir que la chica diera de mamar al recién nacido, alegando que "no queremos que le cojas nada de cariño". Algo que parecía contradictorio con lo que veían las profesionales.
La chica no quería que su madre sostuviera al recién nacido y, tras llamar a los servicios sociales, entendieron por qué: esa madre falta de tacto era la que había obligado a su propia hija a a quedarse emabrazada para que ella pudiera tener otro hijo a pesar de que tenía prohibido adoptar más.
La escandalosa noticia se ha conocido ahora, meses después de que se produjera, porque el juicio resultante estaba bajo secreto de sumario en el Reino Unido. La escena del parto era, en realidad, el resultado de años de esfuerzos por parte de la madre y de la hija adoptada, que admitió que solo lo hacía porque "a lo mejor así mamá me querrá más": la progenitora había pasado los dos años anteriores intentando que su hija, de 14 años cuando empezó el proceso, le concibiera un hijo.
Había adoptado a dos cuando estuvo casada, ambos bebés extranjeros, y a una tercera después de divorciarse. Pero quería más. Cuando se le dijo que ya no podían entregársele más hijos, empezó a comprar esperma de donantes y obligó a su hija a inseminarse con ellos.
Comenzó así lo que el juez ha descrito como un trance "humillante, vejatorio y, en ocasiones, doloroso". Durante los dos años siguientes, la niña se inseminó unas siete veces, "sola en su dormitorio", usando las jeringuillas y el esperma que su madre le proporcionaba. En una ocasión, uno de los donantes acudió a la propia casa a hacer entrega de su semilla. Otra cosa que había comprado la madre era equipamiento para controlar la ovulación de la adolescente. Como quería que saliera niña, obligó a su hija a usar irrigantes vaginales que en ocasiones contenían vinagre, limón o lima. También tenía que comer una dieta especial.
La madre fue descrita como "muy articulada" en la vista. Se añade en el informe que "amaba a sus hijos y que ellos la amaban a ella". Pero también se apunta que era muy "dominante". Quehabía marginado a su familia, al no permitir que los niños fueran a clase. Que había excluido de su vida al padre adoptivo de los dos mayores, el cual no sabía ni dónde estaban ni los había visto en 10 años. La hija, por tanto, no tenía amigos de su edad.
Solo acertó a decirle a las autoridades que estaba "sorprendida, muy sorprendida" de tener que estar haciendo lo que su madre le pedía. Admitió que "los sentimientos de gratitud que tenía por mi adopción influyeron en mi comportamiento". De hecho, en un documento que se enseñó ante el tribunal, una lista de dibujos de posibles regalos que podría hacer la hija el día de la madre, figuraba el dibujo de un test de embarazo que había dado positivo.
Las autoridades llegaron tarde a la historia. Los servicios sociales fueron una y otra vez a casa de la madre, alertados por los gritos y las palabras proferidos por la madre, pero siempre se les contaba una historia diferente. Por ejemplo, que la chica había pasado la noche en casa de su amigo y que había vuelto embarazada (en realidad, la chica es virgen). O que los niños no necesitaban la supervisión de un agente de educación: la madre solo contactaba con él por correo electrónico.
No se sabe que ha sido del niño concebido por presión material y nacido en pleno caos. Ni qué ha sido de los niños, ahora que la madre está cumpliendo una condena de cinco años en prisión. Solo que los servicios sociales han tomado nota del caso y no piensan permitir que se repita.