Provoca estragos en las majadas de ganaderos y crianceros, pero hay
corrientes conservacionistas que exigen su protección. Las provincias
legislan de forma desigual: Río Negro, Neuquén y otros cuatro Estados
permiten su caza. El resto lo prohíbe. El dilema lleva décadas y generó
abundantes estudios científicos que plantean alternativas para la
convivencia. Pero chocan con los testimonios de quienes ven diezmada
su producción. Certezas, mitos y misterios de este astuto felino.
Es el amanecer. Lleva agazapado horas
acechando a su víctima. Recorrió kilómetros para encontrarla y se
aseguró de estar libre de miradas humanas para su letal objetivo. La
emboscada finalmente da resultado, y tras un poderoso salto la mata, por
la retaguardia y sin piedad. Satisface su apetito y huye.
Queda la prueba del delito, pero el victimario difícilmente aparecerá. Es un ejemplar esbelto, solitario y ágil. Astuto. Es el puma y está más cerca nuestro de lo que imaginamos.
La presa que disputa es la misma que el hombre aprecia en estos lares: el ganado ovino y el caprino, fuente vital de una parte de la economía. Por eso el eterno conflicto: los ganaderos se sienten impotentes por los estragos del felino y destilan fastidio por una lucha que saben desigual; y los gobiernos oscilan entre decisiones antitéticas: normas que habilitan a su cacería, o las que buscan su conservacionismo. En no pocos Estados, han avanzado estas últimas, en las que -para desazón de los afectados- el puma consigue bill de indemnidad.
El dilema no ha sido fácil de resolver por décadas, no sólo en Río Negro y Neuquén, sino en toda la vastedad geográfica en la que vive "puma concolor". Este carnívoro de mayor porte en la región pero casi inasible, tiene un sorprendente hábitat dentro del continente americano: desde selvas tropicales lluviosas a ambientes casi desérticos; bosques montañosos (con elevaciones de hasta 4.000 m) o llanuras casi al nivel del mar.
La capacidad de movimiento de un puma es igualmente asombrosa: entre 150 y 1.000 km2, en relación con la disponibilidad de presas y de lugares seguros para establecer guaridas natales. Y ese uso del hábitat es altamente estacional, al compás de la migración de algunas de sus presas.
En nuestra región, prácticamente no hay área que no reporte su vestigio dañino, de la costa atlántica hasta la precordillera, incluyendo la línea sur y el mismo Valle. Y aun cuando cueste detectárselo, paradójicamente el puma comparte territorio con el ser humano y hasta usa sus senderos. Compite con el hombre porque éste es el poseedor de su preciado recurso de caza y subsistencia y porque la expansión de las poblaciones restringe el hábitat del felino. Aquí es donde alzan su voz los ambientalistas, que advierten amenazas de extinción del puma y exigen su protección, respaldados en algunos estudios científicos.
No obstante, la teoría y el espíritu proteccionista pueden darse de bruces con la realidad. Como veremos, las soluciones de los expertos aconsejadas para mitigar la depredación no son fáciles de practicar o requieren de recursos económicos nada desdeñables.
Mientras estas disquisiciones avanzan, los relatos de crianceros y productores de ganado son unánimes y reveladores de los padecimientos por las garras y mandíbulas del depredador invisible que diezma sus recursos.
Provincias cazadoras de un puma elástico
Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Salta habilitan la llamada "caza control" del puma y otras especies depredadoras del ganado (ver detalles de la legislación). En el caso de la provincia rionegrina, hay -desde 1972- un incentivo a esa caza consistente en el pago de una recompensa por cada puma abatido. ¿Cómo se ha llegado a esta decisión? Por la evidencia de la magnitud del daño reportado por los productores y por la sospecha de que se está frente a una plaga de estos carnívoros silvestres, aun cuando no hay forma fehaciente de cuantificarla por las características mismas del animal (alta movilidad, hábitat nocturno o crepuscular, habilidad para el ocultamiento).
El puma demuestra tener una enorme plasticidad no sólo en cuanto a su hábitat sino también en sus conductas dietarias: ataca y come desde animales de pequeño tamaño como roedores, conejos, liebres, vizcachas, pudúes, aves de corral, maras, zorrinos; a animales de mayor porte como guanacos, ovejas, chivos, ciervos, crías de caballos y vacunos. No obstante, los científicos han advertido cambios de hábito, atribuidos a la expansión del territorio por parte del hombre (presiones antrópicas), que han derivado en la escasez de oferta de presas naturales, con lo cual el puma ha debido recurrir al ganado como recurso alimenticio.
Así, la fiera es percibida como la causa principal de la mortandad de ganado, tesis que determinados investigadores atribuyen a apreciaciones más subjetivas que objetivas. De todos modos, sobran testimonios de ganaderos y crianceros que dan cuenta de una secuela depredatoria bien objetiva.
Las características extensiva y trashumante de la ganadería de nuestra región (como también ocurre en Chile) y las frecuentes condiciones precarias de encierro de los animales, hacen vulnerables al ganado. Por añadidura, el centro y norte neuquino se caracterizan por las pintorescas veranadas que movilizan -con riesgoso trayecto y rudimentaria supervisión- a los animales hacia las zonas de pastoreo. Chivitos y ovejas quedan a merced, entonces, no sólo de los peligros de los cruces de majada en rutas de alta velocidad, sino también –y cuando los ovinos y sus cuidadores se relajan– de los pumas.
Estudiosos en busca de remedios
En Chile se hicieron estudios exhaustivos sobre el puma, sobre la base de cámaras trampa para escudriñar sus hábitos, depredaciones y evaluar la magnitud de su presencia. De hecho, el gobierno trasandino -que ha prohibido su caza en todo el país- tiene en vigencia un "Plan nacional de conservación del puma" , que considera un "desarrollo agropecuario sustentable".
Tales investigaciones definen al puma como una especie "cercana a la amenaza", pues cuantificaron una población decreciente, calculada en el área central chilena en 0,63 pumas cada 100 km cuadrados (se consideraba que iba de 0,4 a 6 individuos cada 100 km2). El plan del gobierno atribuye esa amenaza a la "expansión desmedida de las poblaciones humanas y la consecuente transformación y destrucción de hábitats silvestres" y a la "caza ilegal" del puma por la depredación del ganado doméstico.
Sostiene que "la disminución en la población de carnívoros en general y del puma en particular tiene un fuerte impacto a nivel de los ecosistemas, como son la regulación de la distribución, densidad y comportamiento de las poblaciones presa, el control poblacional de mesodepredadores y la manutención de un balance funcional de la biodiversidad en las comunidades locales".
Las estrategias pensadas apuntan a lograr "un cambio de actitud de la comunidad hacia los carnívoros" y acciones de manejo que les "permitan coexistir en su ámbitos naturales". Concretamente, plantea –además de una medición y monitoreos precisos y constantes del puma- educación ambiental, la captura y relocalización del puma en áreas silvestres protegidas (con un protocolo y personal especializado) y la elaboración de un sello de "buenas prácticas ganaderas", que promueva un mayor control sobre el movimiento de animales, evitando situaciones de riesgo (por ejemplo, propone concentrar partos lejos de zonas conflictivas). Estas medidas incluyen incentivos, subsidios y créditos blandos a productores agropecuarios que generen medidas preventivas contra la depredación de ganado. Estas incluyen formas de disuasión como cercos adecuados, perros pastores y estabulación nocturna, en contraposición con los cercos precarios que caracterizan la falta de vigilancia del ganado. También la creación de barreras (zanjas, cercos eléctricos) y un fondo estatal de compensación de daños al productor agropecuario.
El control letal (eliminación del los "individuos problema") es desaconsejado por "no solucionar el problema de fondo, tener un impacto ecológico importante y generar resistencia en algunos sectores de la sociedad".
La provincia del Chubut, aun cuando tiene vigente una ley que habilita a la caza control de especies depredadoras, ha estado avanzando en un plan de manejo del puma, similar al de Chile. El trabajo conjuga los esfuerzos de investigadores del Conicet y de la Dirección de Fauna de la provincia. Tal programa chubutense pretende ser para las autoridades de Río Negro un espejo para replantear la legislación actual y dar alternativas a la protección del puma.
Aun ese intento, algunos de esos trabajos científicos del Conicet concluyeron que el puma ha sido el causante principal de la muerte de guanacos, en un área estudiada en el noreste de la provincia. Las crías (chulengos) fueron las más elegidas por los carnívoros. Y advierten que el puma "podría ser un factor limitante de las poblaciones de guanacos aun después de que se mitiguen factores de origen antrópico como la caza y el pastoreo por parte de ovinos, principales responsables de la declinación histórica (de los guanacos).
Soluciones que suenan a utopía
Los propósitos de mantener a raya al puma, delimitando un área de hábitat lo más alejado posible del ganado, y definiendo una nueva cultura y prácticas del manejo agropecuario -con incentivos económicos incluidos-, no parecen nada fáciles de aplicar en nuestra región.
Varias de las medidas propuestas implican costos por parte del Estado y del productor. También información precisa sobre el depredador. Entre las primeras, está la de compensar económicamente al productor por pérdida de ganado, aunque requiere de presupuesto y puede desincentivar medidas preventivas. Lo mismo ocurriría con la entrega de subsidios y créditos a quienes adopten buenas prácticas ganaderas y ambientales y manejo sanitario (además de presupuesto, obligaría a un cambio de cultura radical).
Una relocalización del puma parece directamente utópico: por empezar, hay que capturarlo (tarea en absoluto fácil), también es necesario personal, equiparlo y capacitarlo. Sin información certera y verificable, sería difícil determinar áreas de restricción, corredores ecológicos o "zonas seguras". Y requiere también dinero la creación de barreras de separacion física entre las zonas de pastoreo y el resto del hábitat silvestre.
Por otra parte, las experiencias en el mismo Chile señalan que el impacto de liberar los pumas en áreas protegidas pueden conllevar mayor riesgo para la conservación de esta especie o la tendencia del animal a volver a su lugar de origen. En ese sentido, hay quienes consideran que la remoción indiscriminada de pumas, ya sea por caza control o relocalización, puede dar lugar a territorios vacantes que son inmediatamente ocupados por individuos jóvenes. Y los pumas jóvenes suelen ser más propensos a atacar el ganado doméstico debido a su poca experiencia en presas silvestres. En definitiva, un círculo vicioso.
Otras iniciativas plantean toda una inversión difícilmente asequible para todos los ganaderos y crianceros: por ejemplo, turnos de vigilancia o rondas frecuentes que implican contratación de personal. Y hacerlos con perros debidamente entrenados. Del mismo modo, la construcción de cierres cercados y corrales techados, para mantener al ganado fuera de los hábitat usuales del depredador, son alternativas posiblemente efectivas pero costosas.
Queda la prueba del delito, pero el victimario difícilmente aparecerá. Es un ejemplar esbelto, solitario y ágil. Astuto. Es el puma y está más cerca nuestro de lo que imaginamos.
La presa que disputa es la misma que el hombre aprecia en estos lares: el ganado ovino y el caprino, fuente vital de una parte de la economía. Por eso el eterno conflicto: los ganaderos se sienten impotentes por los estragos del felino y destilan fastidio por una lucha que saben desigual; y los gobiernos oscilan entre decisiones antitéticas: normas que habilitan a su cacería, o las que buscan su conservacionismo. En no pocos Estados, han avanzado estas últimas, en las que -para desazón de los afectados- el puma consigue bill de indemnidad.
El dilema no ha sido fácil de resolver por décadas, no sólo en Río Negro y Neuquén, sino en toda la vastedad geográfica en la que vive "puma concolor". Este carnívoro de mayor porte en la región pero casi inasible, tiene un sorprendente hábitat dentro del continente americano: desde selvas tropicales lluviosas a ambientes casi desérticos; bosques montañosos (con elevaciones de hasta 4.000 m) o llanuras casi al nivel del mar.
La capacidad de movimiento de un puma es igualmente asombrosa: entre 150 y 1.000 km2, en relación con la disponibilidad de presas y de lugares seguros para establecer guaridas natales. Y ese uso del hábitat es altamente estacional, al compás de la migración de algunas de sus presas.
En nuestra región, prácticamente no hay área que no reporte su vestigio dañino, de la costa atlántica hasta la precordillera, incluyendo la línea sur y el mismo Valle. Y aun cuando cueste detectárselo, paradójicamente el puma comparte territorio con el ser humano y hasta usa sus senderos. Compite con el hombre porque éste es el poseedor de su preciado recurso de caza y subsistencia y porque la expansión de las poblaciones restringe el hábitat del felino. Aquí es donde alzan su voz los ambientalistas, que advierten amenazas de extinción del puma y exigen su protección, respaldados en algunos estudios científicos.
No obstante, la teoría y el espíritu proteccionista pueden darse de bruces con la realidad. Como veremos, las soluciones de los expertos aconsejadas para mitigar la depredación no son fáciles de practicar o requieren de recursos económicos nada desdeñables.
Mientras estas disquisiciones avanzan, los relatos de crianceros y productores de ganado son unánimes y reveladores de los padecimientos por las garras y mandíbulas del depredador invisible que diezma sus recursos.
Provincias cazadoras de un puma elástico
Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Salta habilitan la llamada "caza control" del puma y otras especies depredadoras del ganado (ver detalles de la legislación). En el caso de la provincia rionegrina, hay -desde 1972- un incentivo a esa caza consistente en el pago de una recompensa por cada puma abatido. ¿Cómo se ha llegado a esta decisión? Por la evidencia de la magnitud del daño reportado por los productores y por la sospecha de que se está frente a una plaga de estos carnívoros silvestres, aun cuando no hay forma fehaciente de cuantificarla por las características mismas del animal (alta movilidad, hábitat nocturno o crepuscular, habilidad para el ocultamiento).
El puma demuestra tener una enorme plasticidad no sólo en cuanto a su hábitat sino también en sus conductas dietarias: ataca y come desde animales de pequeño tamaño como roedores, conejos, liebres, vizcachas, pudúes, aves de corral, maras, zorrinos; a animales de mayor porte como guanacos, ovejas, chivos, ciervos, crías de caballos y vacunos. No obstante, los científicos han advertido cambios de hábito, atribuidos a la expansión del territorio por parte del hombre (presiones antrópicas), que han derivado en la escasez de oferta de presas naturales, con lo cual el puma ha debido recurrir al ganado como recurso alimenticio.
Así, la fiera es percibida como la causa principal de la mortandad de ganado, tesis que determinados investigadores atribuyen a apreciaciones más subjetivas que objetivas. De todos modos, sobran testimonios de ganaderos y crianceros que dan cuenta de una secuela depredatoria bien objetiva.
Las características extensiva y trashumante de la ganadería de nuestra región (como también ocurre en Chile) y las frecuentes condiciones precarias de encierro de los animales, hacen vulnerables al ganado. Por añadidura, el centro y norte neuquino se caracterizan por las pintorescas veranadas que movilizan -con riesgoso trayecto y rudimentaria supervisión- a los animales hacia las zonas de pastoreo. Chivitos y ovejas quedan a merced, entonces, no sólo de los peligros de los cruces de majada en rutas de alta velocidad, sino también –y cuando los ovinos y sus cuidadores se relajan– de los pumas.
Estudiosos en busca de remedios
En Chile se hicieron estudios exhaustivos sobre el puma, sobre la base de cámaras trampa para escudriñar sus hábitos, depredaciones y evaluar la magnitud de su presencia. De hecho, el gobierno trasandino -que ha prohibido su caza en todo el país- tiene en vigencia un "Plan nacional de conservación del puma" , que considera un "desarrollo agropecuario sustentable".
Tales investigaciones definen al puma como una especie "cercana a la amenaza", pues cuantificaron una población decreciente, calculada en el área central chilena en 0,63 pumas cada 100 km cuadrados (se consideraba que iba de 0,4 a 6 individuos cada 100 km2). El plan del gobierno atribuye esa amenaza a la "expansión desmedida de las poblaciones humanas y la consecuente transformación y destrucción de hábitats silvestres" y a la "caza ilegal" del puma por la depredación del ganado doméstico.
Sostiene que "la disminución en la población de carnívoros en general y del puma en particular tiene un fuerte impacto a nivel de los ecosistemas, como son la regulación de la distribución, densidad y comportamiento de las poblaciones presa, el control poblacional de mesodepredadores y la manutención de un balance funcional de la biodiversidad en las comunidades locales".
Las estrategias pensadas apuntan a lograr "un cambio de actitud de la comunidad hacia los carnívoros" y acciones de manejo que les "permitan coexistir en su ámbitos naturales". Concretamente, plantea –además de una medición y monitoreos precisos y constantes del puma- educación ambiental, la captura y relocalización del puma en áreas silvestres protegidas (con un protocolo y personal especializado) y la elaboración de un sello de "buenas prácticas ganaderas", que promueva un mayor control sobre el movimiento de animales, evitando situaciones de riesgo (por ejemplo, propone concentrar partos lejos de zonas conflictivas). Estas medidas incluyen incentivos, subsidios y créditos blandos a productores agropecuarios que generen medidas preventivas contra la depredación de ganado. Estas incluyen formas de disuasión como cercos adecuados, perros pastores y estabulación nocturna, en contraposición con los cercos precarios que caracterizan la falta de vigilancia del ganado. También la creación de barreras (zanjas, cercos eléctricos) y un fondo estatal de compensación de daños al productor agropecuario.
El control letal (eliminación del los "individuos problema") es desaconsejado por "no solucionar el problema de fondo, tener un impacto ecológico importante y generar resistencia en algunos sectores de la sociedad".
La provincia del Chubut, aun cuando tiene vigente una ley que habilita a la caza control de especies depredadoras, ha estado avanzando en un plan de manejo del puma, similar al de Chile. El trabajo conjuga los esfuerzos de investigadores del Conicet y de la Dirección de Fauna de la provincia. Tal programa chubutense pretende ser para las autoridades de Río Negro un espejo para replantear la legislación actual y dar alternativas a la protección del puma.
Aun ese intento, algunos de esos trabajos científicos del Conicet concluyeron que el puma ha sido el causante principal de la muerte de guanacos, en un área estudiada en el noreste de la provincia. Las crías (chulengos) fueron las más elegidas por los carnívoros. Y advierten que el puma "podría ser un factor limitante de las poblaciones de guanacos aun después de que se mitiguen factores de origen antrópico como la caza y el pastoreo por parte de ovinos, principales responsables de la declinación histórica (de los guanacos).
Soluciones que suenan a utopía
Los propósitos de mantener a raya al puma, delimitando un área de hábitat lo más alejado posible del ganado, y definiendo una nueva cultura y prácticas del manejo agropecuario -con incentivos económicos incluidos-, no parecen nada fáciles de aplicar en nuestra región.
Varias de las medidas propuestas implican costos por parte del Estado y del productor. También información precisa sobre el depredador. Entre las primeras, está la de compensar económicamente al productor por pérdida de ganado, aunque requiere de presupuesto y puede desincentivar medidas preventivas. Lo mismo ocurriría con la entrega de subsidios y créditos a quienes adopten buenas prácticas ganaderas y ambientales y manejo sanitario (además de presupuesto, obligaría a un cambio de cultura radical).
Una relocalización del puma parece directamente utópico: por empezar, hay que capturarlo (tarea en absoluto fácil), también es necesario personal, equiparlo y capacitarlo. Sin información certera y verificable, sería difícil determinar áreas de restricción, corredores ecológicos o "zonas seguras". Y requiere también dinero la creación de barreras de separacion física entre las zonas de pastoreo y el resto del hábitat silvestre.
Por otra parte, las experiencias en el mismo Chile señalan que el impacto de liberar los pumas en áreas protegidas pueden conllevar mayor riesgo para la conservación de esta especie o la tendencia del animal a volver a su lugar de origen. En ese sentido, hay quienes consideran que la remoción indiscriminada de pumas, ya sea por caza control o relocalización, puede dar lugar a territorios vacantes que son inmediatamente ocupados por individuos jóvenes. Y los pumas jóvenes suelen ser más propensos a atacar el ganado doméstico debido a su poca experiencia en presas silvestres. En definitiva, un círculo vicioso.
Otras iniciativas plantean toda una inversión difícilmente asequible para todos los ganaderos y crianceros: por ejemplo, turnos de vigilancia o rondas frecuentes que implican contratación de personal. Y hacerlos con perros debidamente entrenados. Del mismo modo, la construcción de cierres cercados y corrales techados, para mantener al ganado fuera de los hábitat usuales del depredador, son alternativas posiblemente efectivas pero costosas.