Esto arroja un estudio realizado por un grupo de
investigadores del INTA EEA-Bariloche y CONICET. Se tratan de los
resultados preliminares.

Los efectos negativos de la erupción del volcán Puyehue- Cordón
Caulle ya los mencionamos: no sólo localidades se vieron sin luz ni
agua, sino que la merma en el turismo y un paisaje gris invadió los
corazones de varias localidades regionales en el norte patagónico.
Pero este evento natural podría tener un impacto positivo, ya que algunos estudios estiman que la ceniza volcánica puede tener un efecto insecticida sobre algunas especies.
Con el fin de averigüarlo, nueve científicos del INTA EEA- Bariloche y de instituciones del CONICET se encuentran trabajando en un proyecto financiado por el Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) coordinado por la Universidad Nacional de Río Negro (www.proevo.com.ar).
El proyecto, a cargo de la investigadora del CONICET, Valeria Fernández Arhex, tiene como objetivo general evaluar el efecto de la ceniza volcánica sobre el desarrollo y la sobrevivencia de potenciales insectos plaga que se encuentran en la región norte de la Patagonia Argentina.
El objetivo fundamental de la investigación apunta a conocer cuál es el efecto de las cenizas sobre la mortalidad en tres grupos de insectos. Por un lado, los insectos masticadores como las tucuras y las langostas verdes, presentes en zonas mallinosas que afectan la producción agropecuaria cuando sus densidades poblacionales aumentan considerablemente.
Son insectos muy voraces y provocan grandes daños en los mallines.
También se estudian insectos succionadores como las chinches, que se alimentan de la savia de plantas y árboles y que pueden ocasionar dos tipos de daños: en forma directa afectan a la planta por extraer parte de su alimento y agua; de forma indirecta, por actuar como vectores en la trasmisión de enfermedades vegetales.
Y en última instancia se tienen en cuenta además a los insectos minadores, los que se alimentan del interior de las hojas, disminuyendo la capacidad fotosintética del árbol atacado. Estos insectos tienen la capacidad de atacar diversas especies arbóreas, pertenecientes al género Nothofagus, como el Roble y el Raulí.
Al respecto, Fernández Arhex indica que la bibliografía relacionada con el efecto que produjo la ceniza volcánica durante otras erupciones volcánicas determina que la ceniza volcánica tiene actividad insecticida, y que su mecanismo de acción sería similar al de los polvos insecticidas inorgánicos. "Estos, como la tierra de diatomeas y el silica gel, afectan tanto el comportamiento como la fisiología de los insectos que resultan expuestos. Uno de los principales mecanismos de acción de estos polvos consiste en la absorción de las ceras cuticulares que lleva a la muerte por deshidratación", añade.
En los experimentos se trabaja con cenizas de tres diferentes tamaños: ceniza fina, (< 500 µ), ceniza intermedia, (500 µ) y ceniza gruesa (> 500 µ).
“En el caso de las tucuras y langostas, la colecta se realiza en el campo mediante la utilización de una red entomológica, mientras que las chinches y minadores se colectan de forma manual. Luego se llevan al laboratorio donde se las confina en recipientes con comida y agua, hasta que comienzan los experimentos”, relata la investigadora.
Sobre los resultados preliminares obtenidos en este proyecto, la investigadora indica que la tasa de mortalidad varía según la especie y la etapa de vida en la que se encuentre el insecto.
Y agrega: "También depende del grado de exposición a las partículas de ceniza volcánica, y del tamaño de partícula, y la ausencia de lugares donde refugiarse. Algunas de las consecuencias de la ceniza pueden incluir las obstrucciones de los órganos respiratorios, la salivación excesiva en el aseo, la interrupción del proceso digestivo (ya que la ceniza podría acumularse en el intestino) y la muerte por inanición".
Es así como de acuerdo a lo que manifiesta este grupo de científicos, la ceniza volcánica podría tener un efecto beneficioso, ya que podría actuar como un insecticida “natural” para eliminar especies plaga, y permitiría disminuir el daño que ocasionan estos insectos en los pastizales naturales, principal fuente de alimento de la ganadería extensiva.
Pero este evento natural podría tener un impacto positivo, ya que algunos estudios estiman que la ceniza volcánica puede tener un efecto insecticida sobre algunas especies.
Con el fin de averigüarlo, nueve científicos del INTA EEA- Bariloche y de instituciones del CONICET se encuentran trabajando en un proyecto financiado por el Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO) coordinado por la Universidad Nacional de Río Negro (www.proevo.com.ar).
El proyecto, a cargo de la investigadora del CONICET, Valeria Fernández Arhex, tiene como objetivo general evaluar el efecto de la ceniza volcánica sobre el desarrollo y la sobrevivencia de potenciales insectos plaga que se encuentran en la región norte de la Patagonia Argentina.
El objetivo fundamental de la investigación apunta a conocer cuál es el efecto de las cenizas sobre la mortalidad en tres grupos de insectos. Por un lado, los insectos masticadores como las tucuras y las langostas verdes, presentes en zonas mallinosas que afectan la producción agropecuaria cuando sus densidades poblacionales aumentan considerablemente.
Son insectos muy voraces y provocan grandes daños en los mallines.
También se estudian insectos succionadores como las chinches, que se alimentan de la savia de plantas y árboles y que pueden ocasionar dos tipos de daños: en forma directa afectan a la planta por extraer parte de su alimento y agua; de forma indirecta, por actuar como vectores en la trasmisión de enfermedades vegetales.
Y en última instancia se tienen en cuenta además a los insectos minadores, los que se alimentan del interior de las hojas, disminuyendo la capacidad fotosintética del árbol atacado. Estos insectos tienen la capacidad de atacar diversas especies arbóreas, pertenecientes al género Nothofagus, como el Roble y el Raulí.
Al respecto, Fernández Arhex indica que la bibliografía relacionada con el efecto que produjo la ceniza volcánica durante otras erupciones volcánicas determina que la ceniza volcánica tiene actividad insecticida, y que su mecanismo de acción sería similar al de los polvos insecticidas inorgánicos. "Estos, como la tierra de diatomeas y el silica gel, afectan tanto el comportamiento como la fisiología de los insectos que resultan expuestos. Uno de los principales mecanismos de acción de estos polvos consiste en la absorción de las ceras cuticulares que lleva a la muerte por deshidratación", añade.
En los experimentos se trabaja con cenizas de tres diferentes tamaños: ceniza fina, (< 500 µ), ceniza intermedia, (500 µ) y ceniza gruesa (> 500 µ).
“En el caso de las tucuras y langostas, la colecta se realiza en el campo mediante la utilización de una red entomológica, mientras que las chinches y minadores se colectan de forma manual. Luego se llevan al laboratorio donde se las confina en recipientes con comida y agua, hasta que comienzan los experimentos”, relata la investigadora.
Sobre los resultados preliminares obtenidos en este proyecto, la investigadora indica que la tasa de mortalidad varía según la especie y la etapa de vida en la que se encuentre el insecto.
Y agrega: "También depende del grado de exposición a las partículas de ceniza volcánica, y del tamaño de partícula, y la ausencia de lugares donde refugiarse. Algunas de las consecuencias de la ceniza pueden incluir las obstrucciones de los órganos respiratorios, la salivación excesiva en el aseo, la interrupción del proceso digestivo (ya que la ceniza podría acumularse en el intestino) y la muerte por inanición".
Es así como de acuerdo a lo que manifiesta este grupo de científicos, la ceniza volcánica podría tener un efecto beneficioso, ya que podría actuar como un insecticida “natural” para eliminar especies plaga, y permitiría disminuir el daño que ocasionan estos insectos en los pastizales naturales, principal fuente de alimento de la ganadería extensiva.