Nuerstra manera de homenajear a los Heroes de Malvinas a
través de esta historia entre Jose Luis del Hierro y su hermano menor
que decidió responder aquella carta que sería la última desde Malvinas.
El periodista Javier Calvo en el 2007 reconstruyó una historia dolorosa pero verídica sobre un soldado de 19 años que murió luego de enviar una carta a su familia. La respuesta de su hermano menor que quedó vivo dispara un sinnumero de verdades que deberían hacernos reflexionar.
José Luis del Hierro tenía 19 años en 1982. Había terminado el colegio
secundario en el Instituto Peralta Ramos de los hermanos Maristas de Mar
del Plata. Como estaba estudiando Ingeniería en la Universidad de La
Plata, hizo el servicio militar en el Regimiento 7 de Infantería de la
capital bonaerense, “para no perder el año...”.
José Luis del Hierro había sido dado de baja en noviembre de 1981 y
fue reincorporado el 9 de abril de 1982. Murió en la madrugada del 14 de
junio de 1982, cuando las tropas se replegaban hacia Puerto Argentino,
bajo un cielo iluminado por el fuego de las bombas.
Ahí empezó el derrotero de la familia en su búsqueda. Pasaron nada
menos que nueve meses sin noticias. Desesperados, decidieron que papá
José María viajara en marzo de 1983 a Ginebra, sede de la Cruz Roja
Internacional. Fue allí, fue la Cruz Roja, la que informó que José Luis
del Hierro había muerto. Y que su cuerpo había sido sepultado en las
Islas Malvinas, después de estar cubierto por la nieve durante cinco
meses.
25 años después, es la primera vez que se cuenta la historia de José Luis. Unica. Universal.
Lo último que escribió
Islas Malvinas 7/06/1982
Queridos papá, mamá, Juani y Juanjo:
Perdonen que hace 8 días que no les mandaba nada, pero aquí nos
dijeron que no sale ni entra nada. Yo igual voy a intentar mandar una.
Sí, me llegó telegrama del 24 de ustedes y de Cristina y también me
llegó ayer uno del 29 pero no se entiende nada, no está firmado pero
pienso es de ustedes. La última carta de ustedes de Mar del Plata es del
11/04 y después nada más. Mi última carta es la que les mandé desde el
hospital el 29/04 o el 30/04.
Me imagino lo preocupados que ustedes estarán por las últimas
noticias. Es cierto que los ingleses están muy cerca, pero a mi puesto
de combate les juro no me ha venido ninguno a “visitar” y espero no lo
hagan.
Hay que seguir rezando y pidiendo a la Virgen para que esto se
arregle en “paz” y se acabe ya. Cada vez tenemos más ganas de volver
cada uno a su casa sea como sea, ganando o perdiendo, pero volver y
pronto. Al final se nos quedó en el tintero el viaje, pobre papá, tanto
juntar y organizar y yo le tiré abajo todo, aunque deslindo
responsabilidades en el loco de nuestro presidente y su desvelo de
grandeza.
Acá todos, pero todos, lo agarraríamos del fundillo de los
pantalones y lo pondríamos como nosotros 55 días; en estos pozos. Y yo
con él a todos esos patriotas de ciudad que por lo que ustedes dicen
allá está minado. Acabé el discurso. Ja. Ja.
Espero yo llegar de esto, antes que la carta, así no los preocupo
más con esto, pero es hora que sepan lo que pensamos nosotros de
Malvinas.
Bueno nada más, besos y abrazos para los cuatro, siempre, siempre los tengo en mis pensamientos.
Los quiero mucho.
Chau, José Luis
25 años después
José Luis no llegó ni antes ni después de ésta, su última carta. Se
quedó allí, en las Malvinas, y hoy es una de las tantas cruces de
argentinos en el cementerio de Darwin.
Hoy ni mi mamá ni mi papá están con nosotros. Se fueron con él,
demasiado pronto, demasiado jóvenes, ya que no pudieron soportar una
ausencia tan larga.
José Luis, mi hermano, no quería ir a la guerra, no quería ponerse
la ropa de combate, camuflarse, matar gente… No quería pelear con un
enemigo que escuchaba la misma música que él: Queen. No quería ser –como
fue su destino– “un héroe de Malvinas”.
José Luis, a sus 19 años, estaba iniciando la carrera de Ingeniería
Aeronáutica en la Facultad de Ingeniería de La Plata. Quería ser un
profesional, formar una familia y vivir la vida que Dios le había dado
en esta bendita tierra.
Pero, lamentablemente, en el año ’82 el presidente de aquel entonces
y el patriota de ciudad –al cual vos te referís en la carta– invadieron
las Malvinas y fueron de celeste y blanco a la Plaza de Mayo. Ellos,
los patriotas de ciudad y su presidente, les gritaron a los ingleses “si
quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, pero lógicamente
desde Buenos Aires, bien lejos de la guerra.
Ese patriota de ciudad fue exitista al comienzo del conflicto, pero
una vez que se perdió la guerra, les dio la espalda a los ex
combatientes en su vuelta al continente, porque no podía aceptar la
derrota. Fue por eso que se sentó delante del televisor a ver el Mundial
de España ’82, ya que para él Malvinas había terminado, mientras vos
quedabas tirado bajo un desolado manto de nieve y nosotros te buscábamos
durante un año, por nuestro país y por el mundo sin saber qué había
sido de vos.
Tu patriota de ciudad, José Luis, hoy sigue caminando por las calles
que vos y tus compañeros caídos no pueden caminar, y sigue poniéndose
la escarapela bien grande para todas las fechas patrias, aunque
aproveche ese día para tomarse un fin de semana largo de descanso.
Tu patriota de ciudad llena un lugar en los palcos oficiales, en las
calles, para repetir una vez más, en estas fechas, que las Malvinas son
argentinas y cantar el himno bien fuerte, especialmente la parte que
dice: “...con gloria morir”, siempre y cuando no le toque a él, porque
él debe seguir siendo un patriota. Asimismo, el cobarde indolente y
mariquita de uniforme bien planchado que te mandó al frente con hambre y
frío, mientras él planeaba desde su bunker con calefacción y buena
comida cómo vos tenías que resistir en una trinchera, hoy –ese mismo
criminal– está entre nosotros, condecorado como un valiente… militar.
Gracias a vos y a tus compañeros hoy vivimos en una democracia que
nos permite decir lo que en la guerra y en el regimiento no podías
manifestar, pero lo sentías.
Hermano, debo decirte la verdad: lamentablemente tenías razón, tu
patriota de ciudad no te respetó, te mandó a la guerra y te olvidó.
Los únicos que te respetamos, que te queremos y no te olvidamos somos
tu familia, tus amigos y tus compañeros, “los soldados ex combatientes”
que sufrieron y sufren al patriota de ciudad igual que vos.
Quedate tranquilo, para nosotros también estás, siempre, siempre, en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
Juan José del Hierro