Familias que fueron testigos de la construcción de la central hidroeléctrica se reúnen todos los meses para recordar esos momentos donde todo era "puro río y campo".
Entre 1968 y 1977 se construyó la represa El Chocón-Cerros Colorados y la obra estuvo a cargo de la empresa nacional Hidronor. Durante esos años llegaron a la localidad (distante 80 kilómetros de la capital neuquina) miles de obreros y profesionales con sus familias.
Se formó una Villa Temporaria y otra Permanente. A diferencia de otras obras similares el pueblo formado durante la construcción se consolidó, muchos eligieron quedarse y actualmente El Chocón es una localidad más, con municipio, escuela y una actividad turística que no para de crecer.
Los momentos de la obra (la explosión de la montaña para construir los túneles donde irían las turbinas, el armado de las compuertas, la edificación del puente y el esperado llenado del lago) fueron involvidables para muchos. Un grupo de hijos de los trabajadores se volvieron a reunir para recordar viejas historias, lugares que ya no están y los mejores momentos de su infancia. A través del grupo en Facebook “El Chocón” se fueron reencontrando y desde noviembre realizan una reunión mensual en la villa.
Historias de vida:
> "Ése fue nuestro hogar":
Cristina Iglesias llegó a la Villa Temporaria de El Chocón cuando tenía diez años. Su papá era soldador y fue contratado para trabajar en una de las obras más importantes de la Patagonia. "No había nada, era todo río y campo", recuerda mientras muestra un álbum familiar en blanco y negro. Un Renault 4 fue la adquisición de su padre, Vicente Iglesias, con su primer sueldo. El auto quedó retratado en una foto donde está casi toda su familia y de fondo se ve una gran roca en el extenso campo. Todo eso quedó bajo el agua. La piedra es la que actualmente se ve desde la Villa casi en el medio del lago Ramos Mexía.
"De a poco se fueron armando la Villa Temporaria, que era el obrador, y la Permanente, donde vivían los capos de las distintas empresas extranjeras. Había 8.000 personas trabajando, la mayoría con sus familias. Éramos entre 12.000 y 13.000 personas", cuenta Cristina.
Su familia se asentó en la Villa en 1969 y ella se quedó hasta 1985, año en que se casó y se mudó a Buenos Aires. "Vivíamos en la casa 21, era de madera y estaba justo en la boca de un zanjón. Hice la mitad de la primaria acá, estuve pupila en una escuela de monjas en Roca y después volví. Fui guía turística y la primera bibliotecaria de la Villa Permanente", rememora.
"No quedaron máquinas bajo el agua, solamente una grúa-puente que estaba previsto que quede porque no se podía sacar. Pero el lago se llenó más rápido de lo que esperaban", indica Cristina.
Hace 17 años, "por cuestiones de la vida y laborales", volvió a vivir a El Chocón, ahora con su propia familia. "Amo mi Chocón, es un orgullo para mí. Viví mis mejores años, ahí es mi gran casa", asegura Cristina emocionada.
> "Parte de algo impresionante"
"Como muchos llegamos buscando el bienestar para la familia. A mí me encantó la Villa Temporaria. Fuimos parte de algo impresionante. A mi papa le decían ¿al sur te vas a ir? Pero fue algo muy especial, mucha gente que dejó todo, que trajo a su familia para poner un granito de arena en semejante obra", relata Raquel Pérez, otra de las niñas que llegó a El Chocón y vivió durante 20 años en los alrededores de la represa.
La "pequeña Raquelita" -como le decían en la Villa- tenía 4 años en 1968 y desde ese momento forjó un vínculo especial con ese pueblo que empezaba a formarse para siempre.
"Me acuerdo de que mi mamá nos envolvía en una frazada mientras esperábamos el colectivo que nos llevaba desde la Villa Temporaria hasta la escuela que estaba en la Permanente. Los inviernos eran durísimos", afirma Raquel desde Roca, donde vive hace décadas.
"A los 8 o 9 años, con mis amiguitos disfrutábamos mucho el viaje en cole desde la Villa Temporaria a la Permanente, no se por qué pero nos encantaba ir mirando el paisaje, los camiones, lo que se veía de la obra. También hacíamos caminatas y ya de más adolescentes nos juntábamos en la plaza, en el cine y organizábamos tertulias", recuerda Raquel.