La ciudad alberga con orgullo, la vivienda del mecánico que reparó La Poderosa, y en la que durmió el Che Guevara.
A sólo 87 años del nacimiento del hombre que pasaría a la historia conocido popularmente como “El Che”, en la ciudad de Piedra del Águila, una vieja casa de adobe y piedra se mantiene imperturbable ante el paso del tiempo. Algunos vecinos, un poco más atentos a las nuevas tecnologías que a la vida real, pasan con cierta indiferencia frente a la modesta construcción que albergo en el verano de 1952, Ernesto Guevara De La Serna y a su eterno amigo Alberto Granado.
“A la luz del día pudimos ver que el famoso ruido era provocado por la ruptura del cuadro en la parte delantera. El problema era arreglar como se pudiera y llegar a un centro poblado donde pudiéramos soldar el caño roto. Nuestros amigos los alambres se encargaron de sacarnos provisoriamente del paso. Arreglamos todas las cosas y salimos sin saber bien a cuánto estábamos del centro poblado más próximo”, escribió en su diario de viaje por Latinoamérica Ernesto “Che” Guevara, sobre el devenir de su aventura durante un día de verano de 1952 en el que se rompió el cuadro de su famosa moto La Poderosa.
“Caminamos veinte kilómetros hasta el lugar llamado Piedra del Águila donde pudimos soldar, pero ya era tan tarde que decidimos quedarnos a dormir en la casa del mecánico”, indica también el texto en el que se inspiró la película Diarios de Motocicleta, y que fue escrito por puño y letra del hombre que años más tarde, participara de la Revolución Cubana.
El Che su eterno compañero de aventuras Alberto Granados y la maltrecha Poderosa, llegaron hasta una humilde casa en la que vivía el único mecánico de Piedra del Águila. Hoy la vivienda que albergó a los viajeros, tiene más de 80 años y mantiene con cierto estoicismo su construcción de adobe y piedra. Está ubicada en la intersección de las calles Primeros Pobladores y David Zapata, que llamativamente fueron las dos arterías fundacionales de la localidad en la que hoy viven más de 5000 personas. En sus orígenes funciono allí el juzgado, y en la década del 50 se convirtió en el taller mecánico donde se la soldó el cuadro de (La Poderosa - Norton 500)
Después de medio siglo, la casa se conserva en su estado natural, las pequeñas ventanas, las paredes de adobe y las envejecidas aberturas dejan entrever un edificio pintoresco. Pensarla 50 años atrás rodeada solamente de estepa arbustiva espinosa realza aún más aquella sensación.
En ese entonces, el joven de 23 años no era llamado El Che, sino Furer. Era un estudiante de medicina que, harto de los exámenes y de la rutina universitaria, se encontraba materializando el viaje que junto a su amigo, Alberto Granado, imaginó bajo un parral en Córdoba. El proyecto era el de atravesar Latinoamérica y llegar hasta los Estados Unidos, ambición que se cumplió en parte y que constituyó una mirada crítica sobre una realidad que más tarde el revolucionario intentaría cambiar.
Fiel a su intensa vida, el Che dejó de manifiesto en su diario la buena predisposición de quienes les brindaron su hospitalidad. “Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando vimos a la salida de la segunda curva que tomamos, una casa habitada. Nos recibieron muy bien y saciaron nuestra hambre con un exquisito asado de cordero”, señala aquel joven que comenzaba a descubrir otros mundos.
La armonía y tranquilidad que surge respetuosa del silencio que aún habita en cada rincón de la localidad, es la única similitud con aquella Piedra del Águila del ‘50. Un taller mecánico, algunas casas, un negocio de ramos generales, una escuela y algún otro establecimiento del Estado constituían aquel viejo y polvoriento poblado que ahora se ha transformado, por este y otros múltiples motivos en un centro turísticos digno de descubrir.