A 30 años de la histórica marcha de borceguíes, cascos y dignidad La gesta de los obreros de Piedra del Águila cumple tres décadas. Recorrieron 220 kilómetros a pie para reclamar seguridad en la obra. Tres protagonistas del episodio recuerdan cómo fue esa lucha.
Casi un cuadro de Berni: las asambleas y movilizaciones de los obreros de Piedra del Águila eran multitudinarias y, además, soberanas en sus decisiones.
NEUQUEN (AN).- La marcha de los obreros de Piedra del Aguila duró cinco días que colmaron de ampollas los pies de centenares de albañiles que llegaron a Neuquén aclamados por una multitud que los aplaudió a lo largo de la avenida Argentina, los vivó frente a la Catedral y dio cobijo hasta en sus propias casas a perfectos desconocidos.
Algunos rengueaban, otros llegaron abrazados, apoyándose para no caer. Todos miraban pudorosos: 15.000 personas salieron a la calle para premiar el esfuerzo, en una de las manifestaciones más grandes que hubo en esta ciudad.
Los hombres de casco amarillo eran de aquí y de allá: argentinos del norte y del sur, bolivianos, chilenos y peruanos, mucho de los cuales vieron morir a 13 compañeros devorados por las fauces de hormigón armado de una de las obras más grandes que construyó la Argentina: la presa de Piedra del Aguila, levantada por el Estado entre 1984 y 1992.
La condiciones no eran las mejores en la primera etapa, escasa seguridad y 150 australes de sueldo.
Los obreros, inspirados en un reclamo que se había hecho en Jujuy, decidieron caminar hasta Neuquén, birlar los designios de la burocracia sindical y -al cabo- lograron el respaldo de la gran mayoría de los neuquinos.
Lo hicieron al comienzo de una huelga general que se encriptaba en la obra y sin apoyo de la conducción del gremio de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA).
Fueron 220 kilómetros que la gran mayoría completó a pie, con fogatas a la orilla de la ruta 237 y bajo una lluvia incómoda y persistente.
Dos décadas después de aquella entrada a esta ciudad, este diario reunió a tres de los hombres que le dieron forma a una protesta que marcó un antes y un después para los trabajadores, que por entonces representaban la gran mayoría de la población empleada.
Alcides Christiansen (50), Julio Martínez (63) y Juan Ramírez (44) reconstruyeron anécdotas, datos, nombres y apodos, se emocionaron con el recuerdo de muchos de los que ya no están y lamentaron cómo el tiempo ha desvirtuado el germen parido por aquellos espíritus.
La caminata veinteañera tuvo el firme apoyo del ex obispo de Neuquén Jaime de Nevares y de curas como Rubén Capitanio, José María D'Orfeo y Juan San Sebastián.
"Las decisiones las tomaba la asamblea, no había posibilidad para trenzas porque la asamblea era soberana, así se tuvieron que ir unos cuantos", recuerda Ramírez.
Piedra del Aguila fue una obra monumental y muy riesgosa. De hecho, es la presa más alta de la región y la única del tipo de las de gravedad.
Fue necesario encofrar paredes de hormigón de una altura formidable, pero además hubo que rellenar la barda, el antiguo cauce del río.
Había turnos de 12 por 12 horas porque la construcción no paraba nunca. Allí, entre toneladas de cemento diario y gruesos pelos de hierro erguidos como lanzas, muchas normas de seguridad se afinaron sólo a partir del reclamo de los obreros. Allí se quedaron 13 vidas y muchos hombre cargaron con las secuelas.
"Se hacía un llenado de hormigón donde había compañeros que estaban en la parte inferior. Cuando se hacía el vaciado el material les llegaba casi a las rodillas, para sacarlos había que pelear con un efecto ventosa que te destrozaba. A ese lugar mandaban a los compañeros del norte, a los compañeros bolivianos", recuerda, parado frente a la Catedral de Neuquén, Alcides Christiansen, quien por entonces tenía 30 años.
La marcha de Piedra del Aguila cumplió esta semana 30 años. Marcó un antes y un después en el gremio de la UOCRA cuya conducción se apartó del reclamo de los obreros e intentó una negociación por afuera de las asambleas.
"Nos decían que ya había un acta, que nos daban todo, vino Gerardo Martínez con su gente a romper la huelga pero no había acto, no había oferta, nos traicionaron", explica Christiansen.
El reclamo fue por las condiciones de seguridad, por sueldos, por el transporte de los obreros que no eran de la zona e incluso por las enfermedades que producía el ejercicio de la prostitutas.
Por aquellos días, denunciaban los obreros, un túnel de inspección se había desmoronado, un trabajador murió y otros dos resultaron heridos. Otro hombre no fue atendido en el hos
pital y cuando llegó a Neuquén tuvieron que amputarle los dedos de una mano.
"En Neuquén llegamos a ser más de 24.000 trabajadores de la construcción y la mitad estaba afiliada a la UOCRA", agrega Ramírez.
"Ganamos o morimos", había dicho el vocal de la comisión interna Jorge Elwart un día antes de la llegada a la capital neuquina.
Julio Martínez escapa a las fotos y cuenta su derrotero sin posibilidad de trabajo en las obras por una marca de su propio gremio. Ahora conduce un auto de alquiler. Se esfuerza apenas un poco y recuerda a sus compañeros Juan "Rancho de paja" Godoy, "El Peruano" Angel Sánchez, Julio Maravilla, Marcelo Barreto, Elwart y Oscar "Chancho Negro" Tricaleo.
Y aunque no estuvo allí, destacaron a Juan Yáñez como un luchador obrero tiempo antes de la gran caminata de Piedra del Aguila.
Como en "Pantaleón y las visitadoras"
NEUQUEN (AN).- "Las 'chichís' eran respetadas como si fueran las madres o las hermanas de cada uno de nosotros", recuerda Alcides Christiansen.
Las "chichís" eran las prostitutas que atendían a varios de los más de 6.000 obreros que llegó a tener la obra de Piedra del Aguila.
Un tercio de esos hombres vivían en el obrador donde se habían propagado enfermedades venéreas.
Alcides Christiansen, quien aclara que no trabajó en la obra, recuerda que dentro de los logros sindicales de aquella experiencia está el blanqueo del trabajo de las alternadoras, con la eliminación de los explotadores.
"Nunca se había dado algo así, las chicas tuvieron sus gamelas dentro de la villa, había un control médico y se estableció una forma de trabajo", afirmó Christiansen, que cree que se trató del primer caso de una sindicalización del trabajo de prostitutas en Neuquén. Una experiencia que, por los detalles, parece recogida de la novela "Pantaleón y las visitadoras", de Mario Vargas Llosa.
En total, se blanqueó el trabajo de 150 prostitutas llegadas de varios puntos del país. Todas tuvieron un control médico regular y una libreta en la que se dejaba constancia de su actividad diaria para evitar una que se las sobreexigiera.
"Hay que tener en cuenta la dimensión que tuvo la obra y que había muchos compañeros del norte del país, compañeros bolivianos, peruanos y chilenos y obviamente había que atender un montón de necesidades", comentaron los viejos dirigentes de los albañiles.
Respeto
En diálogo con este diario comentaron que los trabajadores fueron muy respetuosos de las prostitutas y que incluso muchas de ellas formaron una pareja dentro de la villa temporaria ubicada cerca de la presa.
"No hubo acosos ni violaciones, ningún tipo de ataques, la organización y el comportamiento de los compañeros fue ejemplar", destacaron, 20 años después.
Es asombroso, pero una de las mujeres que organizó el trabajo de las alternadoras en la villa dejó a sus compañeras y se marchó a Mendoza donde se casó con un directivo de la empresa constructora.
Notas asociadas:
Aquellos diarios de 1986